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Angela Davis: Autobiografía by Angela Y. Davis

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challenging emotional informative inspiring reflective medium-paced

4.0

Después de terminar Beloved, novela de Toni Morrison que ya reseñé acá, miré un documental muy interesante sobre la autora, Toni Morrison: The Pieces I Am (2019), y aprendí más sobre su vida. Resulta que durante la década de los setenta, Morrison fue editora en Random House, donde se encargó de publicar varios libros de escritoras y escritores negros, entre ellos la autobiografía de Angela Davis, conocida activista radical del movimiento de liberación de los negros. En un principio, Davis no estaba convencida de querer escribir su autobiografía: “No estaba interesada en escribir un libro que estuviera enfocado en mi trayectoria personal. Pero Toni Morrison me persuadió de que podría escribirlo de la manera que quisiera; que podría ser la historia no sólo de mi vida, sino del movimiento en el que estaba involucrada”.

Desde el primer momento, en el prólogo, Angela Davis se ocupa de dejar en claro que esta es una autobiografía política y que no está interesada en escribir sobre sí misma, sino más bien sobre lo que ocurría a su alrededor, las causas mayores de las que ella formaba parte. Así, cuando la activista escribe sobre su infancia, en realidad está hablando sobre la violencia y el racismo del sur segregado; cuando escribe sobre sus primeros años de militancia en California, está hablando de la brutalidad policial y la persecución por parte del gobierno y de la prensa a la comunidad negra. Nunca se limita a escribir sobre su propia lucha, sino que inserta su activismo dentro de un entramado mucho más amplio de una lucha colectiva de masas. Como todo lo que Angela Davis hizo a lo largo de su vida, este libro tiene una razón de ser política, un objetivo que se escapa de lo individual hacia una dimensión social. En sus palabras: “No medí los eventos de mi propia vida en función de su posible importancia personal. En su lugar, traté de emplear el género autobiográfico para evaluar mi vida conforme a lo que yo consideraba la significación política de mis experiencias”.

Siguiendo esa perspectiva, Angela Davis va reconstruyendo la historia de su entonces corta vida (el libro fue publicado antes de sus treinta años), y a lo largo de cuatrocientas páginas, aprendemos sobre su infancia, su despertar político, sus estudios en el extranjero, su militancia con diversas organizaciones, la persecución por parte de Ronald Reagan (el entonces gobernador de California), y lo que es probablemente el acontecimiento más impactante: su detención, encarcelamiento y posterior juicio, en el cual fue absuelta de todos los cargos. En 1970, Angela Davis fue acusada de asesinato, secuestro y conspiración tras su vinculación con una revuelta ocurrida en un juzgado y, a pesar de que las bases sobre las cuales se apoyaba la acusación eran irrisorias, fue detenida y encarcelada durante casi un año y medio, con la posibilidad de ser sentenciada a muerte.

La persecución y detención de Angela Davis formaron parte de un plan sistemático impulsado por el gobierno de Richard Nixon y las agencias de inteligencia con el propósito de estigmatizar a la comunidad afroamericana y a los grupos de izquierda. Como aseguró una vez John Ehrlichman, el asesor de Nixon, “sabíamos que no podíamos hacer que fuera ilegal ni estar en contra de la guerra ni ser negro (…), pero podríamos arrestar a sus líderes, hacer redadas en sus hogares, irrumpir en sus reuniones y transformarlos en villanos noche tras noche en el noticiero”. Davis ya había sido despedida de su cargo como profesora en la Universidad de California por razones políticas, por lo que su detención no fue exactamente una sorpresa. “Fue quedando claro que el intento de expulsarme de mi trabajo era solo una pequeña parte de un plan sistemático para desarmar y aniquilar la lucha por la liberación de los negros y todo el movimiento izquierdista. Sabía que aquella publicidad no giraba en torno a mí en cuanto que individuo, sino que se pretendía utilizar mi figura para desacreditar al movimiento. Yo era solo un pretexto para sus maniobras”

A Angela Davis se la acusaba de ser una violenta, una subversiva, pero de la violencia sobre la cual nunca se hablaba en las noticias era aquella que había marcado y rodeado a la autora desde su niñez y durante el resto de su vida. El barrio en el que se crió era conocido como Dynamite Hill (Colina Dinamita) a causa de las bombas que los blancos supremacistas ponían en las casas de las familias negras, y su padre tenía que dormir con un rifle cerca de la cama por si venían a atacarlos en el medio de la noche. Además, todos los establecimientos de la ciudad estaban segregados, con una gran cantidad de ellos que directamente no permitían el ingreso a negros, incluyendo las escuelas. A medida que Angela fue creciendo, la violencia parecía intensificarse: desde atentados y asesinatos por parte del Ku Klux Klan, hasta asesinatos efectuados por la policía y la matanza de activistas reconocidos como Martin Luther King, Malcolm X y Fred Hampton. Davis fue testigo de cómo vecinos, amigos y compañeros de militancia fueron atacados y asesinados sin piedad. “Con excesiva frecuencia, dirigentes y activistas del movimiento habían sido abatidos por las balas de la policía, por agentes conscientes de lo que hacían o por hermanos nuestros que, en un momento de locura y confusión, se dejaban utilizar”. Fue ese torbellino de violencia el que motivó a Angela Davis a involucrarse, a hacer algo y militar por los derechos y la liberación de su gente. Transformó todo su dolor y frustración en la energía necesaria para la lucha, porque nada en el mundo la irritaba más que la inactividad, el silencio, la negativa de hacer o decir algo cuando era necesario.

Desde antes de ser encarcelada, la autora ya había mostrado su compromiso con la causa de la liberación de los presos políticos, pero a partir de su propia experiencia en la cárcel descubrió las condiciones terriblemente deplorables en las que las prisioneras vivían y el efecto deshumanizante que se buscaba generar en ellas. “Decidí firmemente que, si algún día me veía en libertad, dedicaría mi vida a la causa de mis hermanos y hermanas encarcelados”, y eso fue exactamente lo que hizo y continúa haciendo hasta el día de hoy. A través de su propio caso, Angela Davis buscó dar una visión clara de la opresión que representa el sistema penal para las comunidades más vulneradas y perseguidas, como la negra, la latina, la indígena y los blancos de bajos recursos. De hecho, escribe sobre la necesidad de reconsiderar la definición tradicional de “preso político”, ya que además de los hombres y mujeres encarcelados a causa de sus ideas y actividades políticas, también había otros miles que habían sido injustificadamente procesados o condenados a penas desproporcionadas por su color de piel, su clase social o lugar de origen. Tras ser liberada, su activismo por la liberación de los presos políticos no sólo continuó, sino que aumentó. Ella y sus compañeros tomaron el momento de su absolución no como un triunfo o una conclusión, sino como un punto de partida, y por eso emprendieron una gira por todo el país y otras regiones del mundo para concientizar sobre el racismo y la represión política. 

Una idea importante que la autora remarca reiteradas veces en el libro es la de la unidad, lo colectivo en oposición a lo individual. A lo largo de su relato, cuenta que algunos de los periodos más tristes de su vida tuvieron que ver con haberse sentido aislada, y contrastan totalmente con lo que siente cuando está con sus amigos, sus compañeros de lucha, sus organizaciones; de hecho, una de las cosas que le dieron fuerzas para seguir adelante durante los meses que estuvo presa fue saber que montones de personas se estaban movilizando afuera, no sólo pidiendo por ella, sino por otros presos políticos. Señala que “la actividad individual, esporádica y aislada, no es un trabajo revolucionario” y que el verdadero cambio sólo se consigue mediante la movilización de las masas. Entiende que la unidad es el arma más poderosa contra el racismo y la persecución política, y en lo personal añadiría que lo es para cualquier lucha. 

Otras ideas fundamentales dentro de esta autobiografía y de toda la carrera de Angela Davis tienen que ver con su ideología política, más específicamente el comunismo. El libro detalla su despertar político, luego de leer los textos de Karl Marx y cómo eso impactó fuertemente en su visión y análisis del racismo. Davis escribe: “Lo que me había parecido un odio personal mío, una inexplicable negativa de los blancos a asumir sus propios sentimientos, una estúpida aceptación por parte de los negros, lo vi ahora como resultado inevitable de un sistema despiadado que se mantenía en pie mediante el fomento del rencor, la competitividad y la opresión de un grupo social por otro”. Señala que el verdadero enemigo se encuentra en las formas institucionalizadas de racismo que, al fin y al cabo, sólo sirven realmente a los minoritarios grupos dominantes. Personalmente, no estoy cien por ciento de acuerdo con todos los aspectos políticos que desarrolla a lo largo del libro, pero de todos modos coincido con ella en la mayoría de sus planteos y creo que es sumamente interesante tomarlos y reflexionar sobre ellos.

Por último, en la época en la que escribió este libro, Angela Davis todavía no estaba tan involucrada con la lucha feminista como sí lo estaría unos años más tarde, pero de todos modos me gustaría resaltar un fragmento relacionado al machismo que existía dentro de las organizaciones del movimiento de liberación de los negros: “Muy pronto me familiaricé con un triste y extendido síndrome entre los activistas negros: confundían su actividad política con la afirmación de su virilidad. Me encontré en una situación que había de convertirse en un problema constante de mi vida política. Fui objeto de severas críticas por querer hacer ‘un trabajo de hombres’. Las mujeres no deben ejercer funciones dirigentes, me decían. Según ellos, la misión de la mujer era ‘estimular’ a su compañero y educar a sus hijos”. Lo remarco porque, por un lado, me parece interesante la conversación sobre el machismo que existe dentro de la militancia política, y por otro, porque Angela Davis es una de mis mayores referentes del feminismo interseccional, la rama con la que yo me identifico. 

Angela Davis es, en mi opinión, una de las figuras más importantes del siglo XX y una gran pensadora, activista y académica que hasta el día de hoy sigue educándonos, con una perspectiva mucho más fresca y transgresora que la de numerosos y numerosas "referentes" de generaciones posteriores. 

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