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Rien ne s'oppose à la nuit by Delphine de Vigan

2 reviews

caprxquemini's review against another edition

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dark emotional mysterious reflective sad tense slow-paced

4.75


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danidamico's review against another edition

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challenging emotional reflective sad slow-paced

5.0

Nada se opone a la nocheme conmovió en todos los niveles posibles. Hace mucho tiempo que no me sentía tan atravesada por una lectura; por momentos me perturbó profundamente, me entristeció, en algún que otro instante me hizo sonreír, y lloré un montón al final. Esta novela autobiográfica estuvo en mi lista de pendientes durante años, tal vez no me animé a leerla antes porque presentía que me iba a gustar, pero también me intimidaba su oscuridad, la intensidad que conlleva el acto de abrirse y explorar la intimidad como lo hace De Vigan. La autora reconstruye la vida de su madre (a quien llama Lucile) de un modo minucioso, presentándonos una imagen cambiante de aquella mujer desde la infancia hasta su muerte. 

De Vigan logra armar un mecanismo narrativo que opera sobre una doble empatía: el lector siente, por un lado, una cercanía con Lucile, pero también empatiza con la narradora-autora, la hija que creció con una madre enferma y que ahora está atravesada por la pérdida de esa madre. Es muy fuerte saber desde la primera página que Lucile ya no está en este mundo y que, aún así, gracias a esa magia que tiene la escritura, De Vigan la devuelve a la vida frente a nuestros ojos. La vemos como esa niña que modela para marcas de ropa, la adolescente introspectiva y hermosa, la mujer adulta que pierde el control. Todas las versiones que su hija conjura a través de las palabras. 

Si bien De Vigan expone críticas y cuestionamientos, especialmente dirigidos a sus abuelos y tíos, y escribe con crudeza sobre los momentos más bajos de su madre, nunca deja de ser evidente que también siente amor por todas estas personas. O no sé si necesariamente amor, pero al menos la complejidad que imposibilita "odiar" o "amar" a alguien por completo, habitar el blanco o el negro. Esta novela está llena de grises, de intersticios, de espacios entre una cosa y otra, hay ambigüedad, contradicciones, hay elipsis y vacíos. De hecho, es interesante cómo el libro comienza con un interrogante por y subsecuente búsqueda del origen del sufrimiento de la madre, pero al final se admite que no existe una respuesta definitiva a esa pregunta. Lo único que aparece como definitivo es que la muerte es inevitable. 

La muerte es una precencia constante en Nada se opone a la noche. Es lo que marca a la familia Poirier en el libro, como una sombra que los va acompañando. De Vigan describe a Lucile como una persona que tiene una relación sumamente compleja con la muerte, acercándose a ella constantemente, caminando sobre la cuerda floja arriba del precipicio, pero al mismo tiempo tomando la decisión de sobrevivir, como escapándose de la muerte. Esa es la contradicción que se mantiene hasta el final, especialmente en el final: Lucile sabe que va a suicidarse, pero igual disminuye si consumo de cigarrillos; Lucile se entrega a la muerte, y sin embargo en su carta de despedida dice que "quiere morir mientras esté viva". No quiere llegar al punto de volver a sentirse muerta en vida, como si justamente honrara su vida al interrumpirla cuando las cosas no marchan tan mal. De cualquier manera, y De Vigan lo sabe, no tiene sentido analizar un suicidio. No es realmente lo que este libro intenta hacer. Pero es interesante el modo en el que nos lleva a reflexionar sobre la relación que nosotros mismos tenemos con la muerte, sin imponernos un único punto de vista. 

Aunque le puse cinco estrellas, las sensaciones que me provocó este libro son inmensurables. Para empezar, me pasó algo muy curioso: tuve una pesadilla relacionada al libro. Obviamente que en ese caso influyen cuestiones personales que se mezclan con el texto, pero creo que de todos modos eso habla de la potencia que tiene y el impacto que me generó. Es una de esas experiencias viscerales, como la primera vez que ví La ciénaga de Martel, esos momentos justos en los que uno conecta completamente con una obra. Es un libro muy doloroso, pero De Vigan no cae en una explotación del dolor o en algo excesivamente morboso; lo que hace es poner en evidencia el trabajo de la escritura: inserta párrafos sobre su propia experiencia como autora, sobre el proceso de escritura, las entrevistas y charlas con familiares, la lectura de diarios íntimos, la búsqueda del archivo que pueda aportar alguna pista más. Antes mencioné la "magia" de la escritura, pero en realidad, De Vigan muestra que no es magia, es trabajo, un trabajo que la afecta física y psicológicamente, que le impide dormir. Aparece la materialidad del cuerpo que escribe y el trabajo que implica construir a una madre que se un día se fue. 

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