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A review by linorris_
El retorno del Rey by J.R.R. Tolkien
5.0
Lo mejor es amar ante todo aquello que nos corresponder amar, supongo; hay que empezar por algo, y echar raíces, y el suelo de la Comarca es profundo. Sin embargo, hay cosas más profundas y más altas. Y si no fuera por ellas, y aunque no las conozca, ningún compadre podría cultivar la huerta en lo que él llama paz. A mí me alegra saber de estas cosas, un poco. Pero no sé por qué estoy hablando así. ¿Dónde tienes esa hoja? Y saca la pipa de mi paquete, si no está rota.
Puede que El retorno del rey sea el más completo de los tres volúmenes de la novela de Tolkien. Si dije que en La Comunidad del Anillo primaba cierta sensación sosegada y de espectador, y que en Las dos Torres nos veíamos arrastrados al incesante ritmo de la guerra, es en esta última entrega donde ambas se encuentran, donde comprendemos la acción desde la atalaya de la épica. Aquí somos conscientes, desde el principio y hasta el final, de la realidad de las canciones heroicas con las que soñaban Sam y Frodo. Así, en la cita de arriba, vemos a Pippin impresionado de sí mismo al darse cuenta de la perspectiva que ha adquirido sobre su lugar en el mundo respecto de sus aventuras.
Nos topamos con una lectura aterradora y trepidante en el primer libro de la novela: la Oscuridad de Mordor no hace más que crecer, a pesar de las falsas victorias que acumulan los Pueblos Libres a lo largo de la Guerra. Al final, Aragorn es consciente de lo que hay que hacer si quieren ganar la Guerra del Anillo: "Tenemos que convertirnos en carnada, aunque las mandíbulas de Sauron se cierren sobre nosotros. Y morderá el cebo, pues esperanzado y voraz creerá reconocer en nuestra temeridad el orgullo del nuevo Señor del Anillo." Si el primer libro hablaba de la amistad y el segundo del miedo, este tercero habla de la esperanza como síntesis de los dos anteriores. La novela no va de otra cosa que de jugarlo todo, constantemente, a una única carta, y en confiar que el resto de actores implicados en la historia sepan lo que hay que hacer. Y por supuesto que lo saben: Frodo y Sam son consciente de su misión.
Así, el segundo libro, vuelve a ser torturoso y lento: la caminata alrededor de Mordor, de sus múltiples cordilleras y escondites... ¡cómo no va a cansar leer una y otra vez la misma descripción, si los protagonistas caminaban por un yermo! A veces pienso que soy demasiado comprensivo con la narrativa de Tolkien; luego, intento pensar que siempre pudo ser más fácil no extenderse aquí. Bien pudo Tolkien decir que en Mordor, una región desértica, todo era igual, y que se llevaron algunos sustos, pero que finalmente lanzaron el Anillo a la Grieta del Destino. Pero no. Decide, una vez más, hacerte partícipe del último tramo como de todos los demás: ahora solos, cansados y muertos de hambre y sed.
Para nuestros protagonistas, tal vez fuera una señal de esperanza el cambio en el viento, la aparición de claros en un cielo siempre cubierto por nubes negras o escuchar tambores de guerra en dirección al norte mientras ellos seguían girando hacia el este. Y por supuesto que era esperanza: eran sus amigos, que decidieron arriesgarlo todo en una última jugarreta para que completaran su misión, aun sin saber si seguían vivos. Porque si lo seguían, sabrían qué hacer a cualquier precio. Y Sam ve a Frodo moribundo y no duda: "Dije que lo llevaría a cuestas aunque me rompiese el lomo ¡y lo haré! // ¡Venga, señor Frodo! No puedo llevar [el Anillo] por usted, pero puedo llevarlo a usted junto con él."
Cuando Frodo llega a lo alto del Orodruin y decide traicionar a Gandalf, a Aragorn e incluso a Sam, y reclamar para sí el Anillo, los dos polos de esta historia se estremecen: Sam, al haber fracasado; Sauron, al descubrir la trampa que suponía la Guerra en el norte de Mordor. Y el espectador también. Si no fuésemos todos hijos de la trilogía de Peter Jackson, realmente sería un momento sobrecogedor. Pero lo somos. Ya sabemos cómo termina. Y Frodo, cada vez más triste y más sabio, agradece incluso a Gollum su locura y obsesión, y comprende que hizo bien al perdonarle la vida; pues sin él, todo habría sido en vano justo al término del viaje. Pero al término del viaje, vuelven a consolarse: "¿Cree que dirán: Y aquí empieza la historia de Frodo Nuevededos y el Anillo del Destino? Y entonces se hará un gran silencio [...]. ¡Cuánto me gustaría escucharla!"
Creo que me estoy extendiendo demasiado. Ahora falta la parte que no conocemos los que primero vimos estas películas: la corrupción que Saruman lleva a la Comarca, el saneamiento y la última misión de los hobbits. A mí fue la parte que más me sorprendió. ¡Pero si la historia ya ha acabado! Si ya se acabó la Guerra, si ya Aragorn ha cumplido su destino, si ya Frodo puede partir hacia el Oeste, ¿qué demonios queda? Queda terminar el viaje. Y es una parte ardua: despedidas y el camino de vuelta. Y cuando por fin llegan a su hogar, ¡está completamente envenenado! Por supuesto que los protagonistas están tan hartos como nosotros: descripciones pesadas sin ser detalladas (¿cómo puede Tolkien trocar su estilo hasta el punto de resultar nauseabundo, de que produzca aburrimiento leer qué ha pasado en la Comarca?). Se merecían descansar, pero aún no habían acabado.
Pero acabaron, y evidentemente acabaron bien. Y se despidieron de Frodo. Y por fin acabó todo. No la aventura, no la Leyenda de los Pueblos Libres ni la Leyenda de la Comarca. Sencillamente acabó su parte de la historia; un último capítulo duro, incómodo, porque yo sentí que también me estaba despidiendo de todo lo que he leído en este tiempo. Pero es una lectura que merece la pena tanto hacerla como haberla hecho; no es un libro que devorar y olvidar. No es tan fácil. Es una aventura que merece la pena ser vivida una y otra vez.
Por fin los tres compañeros dieron media vuelta y se alejaron, sin volver la cabeza, y cabalgaron lentamente rumbo a la Comarca; y no pronunciaron una sola palabra durante todo el viaje de regreso; pero en el largo camino gris, cada uno de ellos se sentía reconfortado por los demás.
Puede que El retorno del rey sea el más completo de los tres volúmenes de la novela de Tolkien. Si dije que en La Comunidad del Anillo primaba cierta sensación sosegada y de espectador, y que en Las dos Torres nos veíamos arrastrados al incesante ritmo de la guerra, es en esta última entrega donde ambas se encuentran, donde comprendemos la acción desde la atalaya de la épica. Aquí somos conscientes, desde el principio y hasta el final, de la realidad de las canciones heroicas con las que soñaban Sam y Frodo. Así, en la cita de arriba, vemos a Pippin impresionado de sí mismo al darse cuenta de la perspectiva que ha adquirido sobre su lugar en el mundo respecto de sus aventuras.
Nos topamos con una lectura aterradora y trepidante en el primer libro de la novela: la Oscuridad de Mordor no hace más que crecer, a pesar de las falsas victorias que acumulan los Pueblos Libres a lo largo de la Guerra. Al final, Aragorn es consciente de lo que hay que hacer si quieren ganar la Guerra del Anillo: "Tenemos que convertirnos en carnada, aunque las mandíbulas de Sauron se cierren sobre nosotros. Y morderá el cebo, pues esperanzado y voraz creerá reconocer en nuestra temeridad el orgullo del nuevo Señor del Anillo." Si el primer libro hablaba de la amistad y el segundo del miedo, este tercero habla de la esperanza como síntesis de los dos anteriores. La novela no va de otra cosa que de jugarlo todo, constantemente, a una única carta, y en confiar que el resto de actores implicados en la historia sepan lo que hay que hacer. Y por supuesto que lo saben: Frodo y Sam son consciente de su misión.
Así, el segundo libro, vuelve a ser torturoso y lento: la caminata alrededor de Mordor, de sus múltiples cordilleras y escondites... ¡cómo no va a cansar leer una y otra vez la misma descripción, si los protagonistas caminaban por un yermo! A veces pienso que soy demasiado comprensivo con la narrativa de Tolkien; luego, intento pensar que siempre pudo ser más fácil no extenderse aquí. Bien pudo Tolkien decir que en Mordor, una región desértica, todo era igual, y que se llevaron algunos sustos, pero que finalmente lanzaron el Anillo a la Grieta del Destino. Pero no. Decide, una vez más, hacerte partícipe del último tramo como de todos los demás: ahora solos, cansados y muertos de hambre y sed.
Para nuestros protagonistas, tal vez fuera una señal de esperanza el cambio en el viento, la aparición de claros en un cielo siempre cubierto por nubes negras o escuchar tambores de guerra en dirección al norte mientras ellos seguían girando hacia el este. Y por supuesto que era esperanza: eran sus amigos, que decidieron arriesgarlo todo en una última jugarreta para que completaran su misión, aun sin saber si seguían vivos. Porque si lo seguían, sabrían qué hacer a cualquier precio. Y Sam ve a Frodo moribundo y no duda: "Dije que lo llevaría a cuestas aunque me rompiese el lomo ¡y lo haré! // ¡Venga, señor Frodo! No puedo llevar [el Anillo] por usted, pero puedo llevarlo a usted junto con él."
Cuando Frodo llega a lo alto del Orodruin y decide traicionar a Gandalf, a Aragorn e incluso a Sam, y reclamar para sí el Anillo, los dos polos de esta historia se estremecen: Sam, al haber fracasado; Sauron, al descubrir la trampa que suponía la Guerra en el norte de Mordor. Y el espectador también. Si no fuésemos todos hijos de la trilogía de Peter Jackson, realmente sería un momento sobrecogedor. Pero lo somos. Ya sabemos cómo termina. Y Frodo, cada vez más triste y más sabio, agradece incluso a Gollum su locura y obsesión, y comprende que hizo bien al perdonarle la vida; pues sin él, todo habría sido en vano justo al término del viaje. Pero al término del viaje, vuelven a consolarse: "¿Cree que dirán: Y aquí empieza la historia de Frodo Nuevededos y el Anillo del Destino? Y entonces se hará un gran silencio [...]. ¡Cuánto me gustaría escucharla!"
Creo que me estoy extendiendo demasiado. Ahora falta la parte que no conocemos los que primero vimos estas películas: la corrupción que Saruman lleva a la Comarca, el saneamiento y la última misión de los hobbits. A mí fue la parte que más me sorprendió. ¡Pero si la historia ya ha acabado! Si ya se acabó la Guerra, si ya Aragorn ha cumplido su destino, si ya Frodo puede partir hacia el Oeste, ¿qué demonios queda? Queda terminar el viaje. Y es una parte ardua: despedidas y el camino de vuelta. Y cuando por fin llegan a su hogar, ¡está completamente envenenado! Por supuesto que los protagonistas están tan hartos como nosotros: descripciones pesadas sin ser detalladas (¿cómo puede Tolkien trocar su estilo hasta el punto de resultar nauseabundo, de que produzca aburrimiento leer qué ha pasado en la Comarca?). Se merecían descansar, pero aún no habían acabado.
Pero acabaron, y evidentemente acabaron bien. Y se despidieron de Frodo. Y por fin acabó todo. No la aventura, no la Leyenda de los Pueblos Libres ni la Leyenda de la Comarca. Sencillamente acabó su parte de la historia; un último capítulo duro, incómodo, porque yo sentí que también me estaba despidiendo de todo lo que he leído en este tiempo. Pero es una lectura que merece la pena tanto hacerla como haberla hecho; no es un libro que devorar y olvidar. No es tan fácil. Es una aventura que merece la pena ser vivida una y otra vez.
Por fin los tres compañeros dieron media vuelta y se alejaron, sin volver la cabeza, y cabalgaron lentamente rumbo a la Comarca; y no pronunciaron una sola palabra durante todo el viaje de regreso; pero en el largo camino gris, cada uno de ellos se sentía reconfortado por los demás.