Scan barcode
A review by rosa44
Soledad by Carlos Bassas del Rey
dark
sad
tense
medium-paced
5.0
«No es culpa tuya», te dices. Hace años que vives así, dormida, confinada. Eres una esclava y la nena está muerta. Trabajas todas las mañanas fregando escaleras, pisos, cambiando sábanas, limpiando retretes; todas las tardes cuidas viejos, los aseas y atiendes su abandono. Cargas con el peso de tu mundo sobre los hombros; también cargas con el de otros que no te corresponden, de tantos que hasta a Dios se le partiría el espinazo. «La vida es así. Si no le gusta, no haber venido a este país», te dijo una vez la hija de una mujer a la que limpias las yagas, las axilas, el sexo y el culo. «Hija de puta». No te enfadaste. Ni siquiera sentiste dolor, tampoco rabia. Sabes que tiene razón: Eres mujer. Eres inmigrante. No tienes estudios.
Te quedaste embarazada a los quince, cuando tu marido te violó por primera vez, y como necesitaba una hembra para casa, para cuidar de él, para atender a su madre, se quedó contigo. Eres uno más de los cadáveres sobre los que este lado del Atlántico sostiene su bienestar; eres prescindible, hay miles como tú, otros esclavos mudos, otras bocas con hambre. Nadie quiso tu llegada a este mundo, nadie te llorará cuando lo dejes; quizás por eso tu madre te llamó así, Soledad, anticipando tu desgracia, condenándote a ella. Soledad [eres tú, treinta, inmigrante, madre de una niña muerta, vencida ya antes de que eso sucediera]. Llevas toda la vida aguardando lo mismo, a alguien que te quiera, a que, si no es eso, si eso no puede ser, si nadie quiere dártelo, alguien te muestre un poco de respeto. Ya ni siquiera pides que te escuchen [eres mujer, eres pobre, eres inmigrante, pero no eres idiota], solo que oigan tu respiración, tus pasos cuando entras o sales de la cocina, del comedor, cuando recorres el pasillo, cuando caminas por la calle. A veces los afianzas con esa intención, pateas el suelo para que el mundo sepa que aún lo habitas, pero ni siquiera los túneles del metro te devuelven el eco de vuelta a casa. Hace tiempo que dejaste de esperar. Vete ya, Soledad. Lárgate. Nadie te quiere aquí. Nadie te necesita. Estás tan muerta como la nena."
Te quedaste embarazada a los quince, cuando tu marido te violó por primera vez, y como necesitaba una hembra para casa, para cuidar de él, para atender a su madre, se quedó contigo. Eres uno más de los cadáveres sobre los que este lado del Atlántico sostiene su bienestar; eres prescindible, hay miles como tú, otros esclavos mudos, otras bocas con hambre. Nadie quiso tu llegada a este mundo, nadie te llorará cuando lo dejes; quizás por eso tu madre te llamó así, Soledad, anticipando tu desgracia, condenándote a ella. Soledad [eres tú, treinta, inmigrante, madre de una niña muerta, vencida ya antes de que eso sucediera]. Llevas toda la vida aguardando lo mismo, a alguien que te quiera, a que, si no es eso, si eso no puede ser, si nadie quiere dártelo, alguien te muestre un poco de respeto. Ya ni siquiera pides que te escuchen [eres mujer, eres pobre, eres inmigrante, pero no eres idiota], solo que oigan tu respiración, tus pasos cuando entras o sales de la cocina, del comedor, cuando recorres el pasillo, cuando caminas por la calle. A veces los afianzas con esa intención, pateas el suelo para que el mundo sepa que aún lo habitas, pero ni siquiera los túneles del metro te devuelven el eco de vuelta a casa. Hace tiempo que dejaste de esperar. Vete ya, Soledad. Lárgate. Nadie te quiere aquí. Nadie te necesita. Estás tan muerta como la nena."