Scan barcode
A review by nunuseli
La Regenta by Leopoldo Alas
5.0
He tenido el placer de encontrar pocos escritores de los que se llaman realistas que tengan auténtico sentido del humor, y si hablamos de escritores españoles aún es peor. Clarín es una excepción, La Regenta está repleta de ironia (amarga) y rellena de escenas cómicas que a veces se acercan a lo grotesco. Clarín sabe que sus personajes son ridículos y no lo esconde, todo lo contrario. Ésta es una de las principales características que hace que leer esta novela sea un auténtico placer, a pesar de sus más de 1000 páginas.
La Regenta no es sólo una historia de adulterio. Al fin y al cabo éste no se consuma hasta prácticamente el final de la obra y aún pasa de puntillas sobre el asunto. En la obra encontramos un gran número de personajes, todos descritos y presentados con detalle, aunque la protagonista es Ana Ozores, que después de una infancia llena de soledad y tristeza se casó con un hombre más interesado en aficiones como la caza y las obras de Calderón de la Barca que no en estar con su mujer. Ella siente todo el tedio de una ciudad de provincias y de una existencia sin sentido. Desea trascender toda la vulgaridad que le rodea y dotar de sentido su vida, pero las dos alternativas que intenta, el amor y la religión, fracasan.
Clarín demuestra ser un maestro del punto de vista y constantmente salta del punto de vista de un personaje al de otro. En la primera parte del libro se describe minuciosamente un solo día hasta el último y más mínimo detalle. A veces incluso se nos describe el mismo día desde diferentes puntos de vista. Así, la acción se ralentiza y se centra en hechos externos, explicados de forma exhaustiva. En cambio, en la segunda parte, una vez ya presentados los personajes, abundan las elipsis, la acción se dilata y ya no se describen tanto hechos externos sino más bien el estado anímico de los personajes y sus pensamientos (también de forma exhaustiva) Parece que la acción no avance, intuímos cuál será el desenlace, pero éste se hace esperar. Y a pesar de todo, el interés no decae nunca. Todo lo contrario.
A pesar de ser una obra del siglo XIX, ya encontramos indicios posmodernos: muchos de los personajes se guían por modelos que han sacado principalmente de la literatura. Así, Ana Ozores aspira a ser como Santa Teresa de Jesús, su marido aspira a ser como los héroes de las obras de Calderón de la Barca (más exactamente aspira a imitar el actor que las interpreta, que a la vez imita a un actor más famoso, con lo cual el marido es una copia de una copia), y el amante de Ana, el Don Juan de la ciudad, imita efectivamente a Don Juan Tenorio, pero además alrededor del amante de Ana, hay toda una serie de personajes que lo admiran y lo imitan, con lo cual también son una copia de una copia. Es com si la vida fuera solo un sucedáneo de lo que nos cuentan los libros. Todos los personajes se conforman con esto, todos menos Ana que busca algo más, pero inevitablemente fracasará.
Es una obra en que todos los personajes tienen su papel y su importancia, pero uno de mis preferidos es Tomás Crespo, que tiene el mal nombre de Frígilis. Frígilis es prácticamente el único personaje honrado de tota la novela, el que siempre parece capaz de escuchar y ayudar a sus amigos, el que procura hacer lo correcto, aunque a veces le salga mal. A pesar de esto, absolutamente toda la gente de la ciudad lo tienen por un loco, porque entre sus aficiones está la de cultivar árboles y plantas, hacer experimentos químicos e intentar cruzar animales. Pero son precisamente estas pequeñas aficiones las que le aportan paz. Es como si se nos dijera que el único tipo de felicidad posible está en las aficiones pequeñas e insignificantes.
Y no puedo terminar esta reseña sin la nota frívola de turno: ¡Oh, Don Fermín de Pas! Este hombre me provoca sofocos indescriptibles. Está tan tormentado, tan frustrado, tiene tanta tensión sexual acumulada... ¡Oh, qué hombre!
La Regenta no es sólo una historia de adulterio. Al fin y al cabo éste no se consuma hasta prácticamente el final de la obra y aún pasa de puntillas sobre el asunto. En la obra encontramos un gran número de personajes, todos descritos y presentados con detalle, aunque la protagonista es Ana Ozores, que después de una infancia llena de soledad y tristeza se casó con un hombre más interesado en aficiones como la caza y las obras de Calderón de la Barca que no en estar con su mujer. Ella siente todo el tedio de una ciudad de provincias y de una existencia sin sentido. Desea trascender toda la vulgaridad que le rodea y dotar de sentido su vida, pero las dos alternativas que intenta, el amor y la religión, fracasan.
Clarín demuestra ser un maestro del punto de vista y constantmente salta del punto de vista de un personaje al de otro. En la primera parte del libro se describe minuciosamente un solo día hasta el último y más mínimo detalle. A veces incluso se nos describe el mismo día desde diferentes puntos de vista. Así, la acción se ralentiza y se centra en hechos externos, explicados de forma exhaustiva. En cambio, en la segunda parte, una vez ya presentados los personajes, abundan las elipsis, la acción se dilata y ya no se describen tanto hechos externos sino más bien el estado anímico de los personajes y sus pensamientos (también de forma exhaustiva) Parece que la acción no avance, intuímos cuál será el desenlace, pero éste se hace esperar. Y a pesar de todo, el interés no decae nunca. Todo lo contrario.
A pesar de ser una obra del siglo XIX, ya encontramos indicios posmodernos: muchos de los personajes se guían por modelos que han sacado principalmente de la literatura. Así, Ana Ozores aspira a ser como Santa Teresa de Jesús, su marido aspira a ser como los héroes de las obras de Calderón de la Barca (más exactamente aspira a imitar el actor que las interpreta, que a la vez imita a un actor más famoso, con lo cual el marido es una copia de una copia), y el amante de Ana, el Don Juan de la ciudad, imita efectivamente a Don Juan Tenorio, pero además alrededor del amante de Ana, hay toda una serie de personajes que lo admiran y lo imitan, con lo cual también son una copia de una copia. Es com si la vida fuera solo un sucedáneo de lo que nos cuentan los libros. Todos los personajes se conforman con esto, todos menos Ana que busca algo más, pero inevitablemente fracasará.
Es una obra en que todos los personajes tienen su papel y su importancia, pero uno de mis preferidos es Tomás Crespo, que tiene el mal nombre de Frígilis. Frígilis es prácticamente el único personaje honrado de tota la novela, el que siempre parece capaz de escuchar y ayudar a sus amigos, el que procura hacer lo correcto, aunque a veces le salga mal. A pesar de esto, absolutamente toda la gente de la ciudad lo tienen por un loco, porque entre sus aficiones está la de cultivar árboles y plantas, hacer experimentos químicos e intentar cruzar animales. Pero son precisamente estas pequeñas aficiones las que le aportan paz. Es como si se nos dijera que el único tipo de felicidad posible está en las aficiones pequeñas e insignificantes.
Y no puedo terminar esta reseña sin la nota frívola de turno: ¡Oh, Don Fermín de Pas! Este hombre me provoca sofocos indescriptibles. Está tan tormentado, tan frustrado, tiene tanta tensión sexual acumulada... ¡Oh, qué hombre!