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A review by jordibal
Cuentos para Algernon: Año IX by Ray Nayler, Stephen Volk, Dale Bailey, Alix E. Harrow, John Crowley, Marie Brennan, Jeffrey Ford, Robert Shearman, Naomi Kritzer, Kurt Fawver, Laura Mauro, Leah Cypess, Michael Kelly
5.0
Como todos los años, Marcheto nos trae una antología con su personalísima selección de relatos buenos, bonitos y baratos (más baratos, imposible).
Arranca Alix E. Harrow con una de las historias más emocionantes del libro: “Señor Muerte”, en el que conocemos a Sam Grayson, segador de almas y acompañante al más allá, solo que este segador no es un clásico esqueleto, sino que es muy humano. Marie Brennan le da una vuelta (retelling, lo llaman) a la fábula de la Bella y la Bestia con un brevísimo “Esperando a que Bella…”; si solo conocías la edulcorada versión de Disney, agárrate fuerte, que vienen curvas. Continúa esto con otra vuelta de tuerca a una fábula, esta vez a la Cenicienta, con “Hermanastra” de Leah Cypess; sí, lo adivinaste, esta versión es más cañera que la de Disney y aquí no son muy de vivir felices y comer perdices.
“Padre” de Ray Nayler es una ucronía ambientada en los años 50 del siglo XX en la que la tecnología está muy desarrollada y todo huele a cifi clásica, con su chavalín, su padre roboto y sus valores familiares; a Spielberg le molaría, vamos. John Crowley con “Se han ido” trata el tropo de los extraterrestres que vienen en masa a la Tierra y parecen querer… ¿echarnos una mano? ¿Conquistarnos con una estafa crediticia, quizá? Vete a saber: son extraterrestres y cuesta comprender sus motivaciones. El brevísimo relato de Michael Kelly, “Sueños de octubre”, es de esos que podrían ser fantasía oscura, según el punto de vista, pero también emociona por una vida ¿bien? vivida. Kurt Fawver sorprende con “Colecciones especiales”: la exploración de un misterio enorme en una biblioteca que despierta el sentido de la maravilla por sus muchas posibilidades. “La hija del devoradolor” de Laura Mauro es un relato deprimente con una familia que lleva su cruz como buenamente puede y una protagonista niña/adolescente que está entre dos tierras. Naomi Kritzer es una favorita de la casa Algernon, y con razón; en esta ocasión, con “El buen hijo” nos presenta un ser feérico, de esos celtas que viven bajo una colina, raptan doncellas y están siempre de fiesta, que se encapricha de una muchacha, la sigue al mundo mortal y se acaba liando cosa mala.
Ya en el especial “Cuentos de película” sobre el cine visto desde la literatura, “Los archivos de Constantinopla” de Robert Shearman es un artículo académico de lo más entretenido sobre los inicios de la cinematografía… allá por el siglo XV poco antes de caer esa ciudad. Debo decir que esta historia me hizo especial gracia porque justo había visto en un ciclo de Filmin (no busquéis, ya no está disponible) El barón fantástico (1962), que es una versión del barón Munchausen… checoslovaca… de 1962. Una gozada que en gran parte se ambienta en una Constantinopla fantástica y que influyó enormemente a Terry Gilliam. Stephen Volk sorprende con “Soltad a la bestia”, una historia sobre el cine mexicano de explotación de los 60 (piensa en “El Santo contra…”) con más amargor de lo que aparentaba. “Exoesqueletópolis” de Jeffrey Ford probablemente sea el relato que menos me ha gustado: imagínate un episodio de Rick y Morty en el que unos alienígenas insectoides intercambian su mierda por pelis clásicas. Ya que he medio adoptado el “meta” peliculero, diré que también me ha recordado a El Congreso (2013), solo que menos visual y sin una Robin Wright deslumbrante. Cierra este volumen Dale Bailey con “Me casé con un monstruo del espacio exterior”: una historia costumbrista de una pareja joven con graves problemas financieros y, sobre todo personales… en cuya vida interrumpe un alien que es todo oídos, porque hablar, lo que se dice hablar… Aquí me encaja una peli de los Cohen con una jovencísima Frances McDormand.
Y hasta aquí. Lamentablemente, esta reseña me ha pillado inspirado.
Arranca Alix E. Harrow con una de las historias más emocionantes del libro: “Señor Muerte”, en el que conocemos a Sam Grayson, segador de almas y acompañante al más allá, solo que este segador no es un clásico esqueleto, sino que es muy humano. Marie Brennan le da una vuelta (retelling, lo llaman) a la fábula de la Bella y la Bestia con un brevísimo “Esperando a que Bella…”; si solo conocías la edulcorada versión de Disney, agárrate fuerte, que vienen curvas. Continúa esto con otra vuelta de tuerca a una fábula, esta vez a la Cenicienta, con “Hermanastra” de Leah Cypess; sí, lo adivinaste, esta versión es más cañera que la de Disney y aquí no son muy de vivir felices y comer perdices.
“Padre” de Ray Nayler es una ucronía ambientada en los años 50 del siglo XX en la que la tecnología está muy desarrollada y todo huele a cifi clásica, con su chavalín, su padre roboto y sus valores familiares; a Spielberg le molaría, vamos. John Crowley con “Se han ido” trata el tropo de los extraterrestres que vienen en masa a la Tierra y parecen querer… ¿echarnos una mano? ¿Conquistarnos con una estafa crediticia, quizá? Vete a saber: son extraterrestres y cuesta comprender sus motivaciones. El brevísimo relato de Michael Kelly, “Sueños de octubre”, es de esos que podrían ser fantasía oscura, según el punto de vista, pero también emociona por una vida ¿bien? vivida. Kurt Fawver sorprende con “Colecciones especiales”: la exploración de un misterio enorme en una biblioteca que despierta el sentido de la maravilla por sus muchas posibilidades. “La hija del devoradolor” de Laura Mauro es un relato deprimente con una familia que lleva su cruz como buenamente puede y una protagonista niña/adolescente que está entre dos tierras. Naomi Kritzer es una favorita de la casa Algernon, y con razón; en esta ocasión, con “El buen hijo” nos presenta un ser feérico, de esos celtas que viven bajo una colina, raptan doncellas y están siempre de fiesta, que se encapricha de una muchacha, la sigue al mundo mortal y se acaba liando cosa mala.
Ya en el especial “Cuentos de película” sobre el cine visto desde la literatura, “Los archivos de Constantinopla” de Robert Shearman es un artículo académico de lo más entretenido sobre los inicios de la cinematografía… allá por el siglo XV poco antes de caer esa ciudad. Debo decir que esta historia me hizo especial gracia porque justo había visto en un ciclo de Filmin (no busquéis, ya no está disponible) El barón fantástico (1962), que es una versión del barón Munchausen… checoslovaca… de 1962. Una gozada que en gran parte se ambienta en una Constantinopla fantástica y que influyó enormemente a Terry Gilliam. Stephen Volk sorprende con “Soltad a la bestia”, una historia sobre el cine mexicano de explotación de los 60 (piensa en “El Santo contra…”) con más amargor de lo que aparentaba. “Exoesqueletópolis” de Jeffrey Ford probablemente sea el relato que menos me ha gustado: imagínate un episodio de Rick y Morty en el que unos alienígenas insectoides intercambian su mierda por pelis clásicas. Ya que he medio adoptado el “meta” peliculero, diré que también me ha recordado a El Congreso (2013), solo que menos visual y sin una Robin Wright deslumbrante. Cierra este volumen Dale Bailey con “Me casé con un monstruo del espacio exterior”: una historia costumbrista de una pareja joven con graves problemas financieros y, sobre todo personales… en cuya vida interrumpe un alien que es todo oídos, porque hablar, lo que se dice hablar… Aquí me encaja una peli de los Cohen con una jovencísima Frances McDormand.
Y hasta aquí. Lamentablemente, esta reseña me ha pillado inspirado.