A review by kokeshi8
Chilean electric by Nona Fernández

3.0

La H es la tecla defectuosa en la máquina de escribir de la abuela, que ahora pasó a manos de la autora. La H, la muda entre tantas. La misma mudez que por años se impuso en Chile. Mudos por obligación. Los que no acataban quedaban como ese estudiante sin ojo que Nona tan bien relata.

Frases para el recuerdo:

Me dijo que la luz eléctrica hacía trampa con el tiempo y eso nadie, ni siquiera alguien que tuviera la cabeza iluminada, lo podía hacer.

Así la escena de la plaza de Armas que me contó mi abuela sería el comienzo de un largo recorrido de cableados, faroles, ampolletas, focos, obreros, técnicos, companies y centrales eléctricas que aún no tiene fin porque la ansiedad por la luz es inagotable.

De golpe entendí por qué esos caballos de palo no olían ni relinchaban como los reales. No es que no supiera que eran falsos, de mentira, simplemente creo que los delgados límites entre la realidad y la ficción todavía no se definían de manera clara en mi mente.

Esos caballos no venían de ninguna parte, no tenían pasado, sólo habitaban ese presente aburrido y perpetuo bajo el sol de la plaza, a la espera del flash fotográfico.

Una especie de morse luminoso que abre el camino para interpretar mensajes de otro tiempo. Ese es el verdadero regalo que nos hereda el árbol de pascua que alguna vez decoramos con los abuelos, claves escondidas en el misterio de sus foquitos tímidos que tintinean en medio del olvido.

Las historias de los abuelos iluminan el pasado y nuestra mirada las proyecta al presente y al futuro.

Salvarlo del olvido, de la oscuridad o de algo aún más tremendo. Contar historias para finalmente salvar a alguien. ¿Pero a quién?

Durante mucho tiempo recibí mis cuentas y el impacto por el alto precio de mi deuda mensual se aminoraba ante la desgracia de esas familias que habían perdido a algún ser querido. Me costó entender el juego siniestro de esa puesta en escena.

La ciudad de Santiago se maquilla para estar siempre brillante y encendida, la luz es la metáfora de su desarrollo, el bien más preciado.

Podría decir eso y otras cosas, pero probablemente lo que digo son puras arbitrariedades ingenuas e infundadas porque como no soy historiadora, ni política, ni economista, no me corresponde aventurarme. Lo único que puedo hacer es observar. Observar y registrar, iluminando con la letra la temible oscuridad.

Yo tomé esas manos arrugadas y manchadas, con esos dedos chuecos de artritis y máquina de escribir, y las envolví entre las mías para que se quedaran tranquilas. Sentí el movimiento inquieto extinguirse de a poco bajo mis dedos hasta que por fin esas manos se quedaron quietas.

Solo estoy yo, la oscuridad y estas polillas intrusas que me rondan la cabeza.