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A review by linorris_
The Song of Achilles by Madeline Miller
5.0
Cuando acabé esta novela, lo primero que dije fue "no se me ocurre nada que leer después de esto". Y estaba en lo cierto: no quería leer nada porque sabía que nada sería capaz de hacerme olvidar lo que acababa de leer. Estuve por leer Circe; estuve también por empezar de nuevo La canción de Aquiles.
La narración en este libro es excepcional. El trabajo de la autora tanto en aunar las fuentes como en cuidar y estilizar su prosa hace que el libro se pueda beber, que sus páginas se deslicen como un río sin parar. Los capítulos dejan de tener sentido cuando la prosa es tan sonora y delicada, tan sencilla y tan cercana al ritmo de los versos de Homero. Me alegro mucho de haberlo leído en inglés, y de haber releído pasajes en voz alta.
Cuando pienso en la recolección de fuentes, sólo puedo pensar en dos personajes concretos: Odiseo y Áyax. Empecemos por Odiseo el de muchas tretas. Porque eso es lo que hace durante toda la novela: trampa y manipulación desde la esquina. No queda casi nada de su heroísmo de la Odisea ni de su diplomacia de la Ilíada, sino que esta faceta heroica se aprecia en contrapunto con el "héroe" cruel y calculador que es en las tragedias. Eminentemente pragmático hasta ser despiadado, parece más un burócrata del ejército de Agamenón que considera que hace su trabajo y, cuando no, hace "lo que puede" para hacer algo bueno. Y esto no es casualidad: el estilo del libro en primera persona, la mezcla de fragmentos escritos en pasado y otros en presente, nos acercan a los héroes a las cualidades que hoy en día tendrían dentro de nuestros estándares, salvando siempre una respetuosa distancia. El mito se actualiza y se vuelve tan humano como nosotros lo somos hoy, sin olvidar de la humanidad que representaba en tiempos de Homero. Áyax, por su parte, es un héroe seguro de sí mismo que se ve eclipsado desde antes de la guerra por la fama de Aquiles; un rasgo que anticipa el complejo, la locura y el tremendo peso de ser aristos Achaion una vez muere el Pelida.
Por supuesto, está también Patroclo. Dotado de una sensibilidad e individualidad únicas, en esta novela deja de ser un secundario para ser el protagonista. Vemos todo a través de sus ojos, y también a través de sus ojos vemos lascaricaturas de Agamenón o Héctor y también, no podía faltar, la divinidad de Aquiles. La relación entre estos dos es tan torpe y natural que es imposible no sentirla como propia; juntos, en un mundo en el que aún existen los dioses, esperan ser capaces de escapar al destino por primera vez en su historia. Es, además, el medio para llegar a Aquiles. Cuando Odiseo, Áyax y Fénix negocian con Aquiles, se dirigen a él en todo momento, pero en el fondo procuran hacer entrar en razón a Patroclo.
Los ojos de Patroclo son especiales porque son los únicos que no ven a Aquiles como hijo de una diosa o como una máquina de matar, sino como a un dios. El extenso preludio a Troya nos permite conocer a este muchacho hecho para la guerra que, sin embargo, prefiere cazar, recolectar, bañarse y hacer música. Como su destino es bañarse en sangre, por supuesto que va presto a ella, y Patroclo, que no puede soportar la idea de la muerte (la idea de que, por cada troyano que ejecute Aquiles, es uno menos para que éste se enfrente a Héctor), se dedica a la medicina, pero también procura imaginar las escenas que le describe Aquiles como si fueran escenas ya pintadas en vasijas. Odia la guerra, pero adora ver a Aquiles en la guerra, porque en ella se desenvuelve en toda su naturalidad y potencial, y dedica sus largos días en el campamento a admirarlo.
Aquiles, al final, nunca tuvo culpa de nada. Estaba destinado a ser más famoso que su padre, algo que su madre interpretó como que iba a ganarse un asiento en el Olimpo; a la vez, sólo quería ser feliz y vivir una vida buena acompañado de Patroclo. Cuando Patroclo muere, Aquiles sabe que no es todavía su momento y decide buscarlo, decide cortar su hilo: sale sin armadura y arrasa con el enemigo, esperando la flecha que habrá de darle muerte. Por supuesto que era orgulloso; la tensión entre Tetis y Patroclo es palpable en el desarrollo de Aquiles. Sabía por lo que sería recordado, y sabía que eso le haría separarse de Patroclo al final. Aquiles está en un conflicto constante entre lo que quiere ser y lo que debe ser, y nadie salvo Patroclo, ni siquiera él mismo, es capaz de entender quién es.
Es por eso que, al final, Al fin y al cabo, ¿quién puede adorar a un dios sino un mortal?
La narración en este libro es excepcional. El trabajo de la autora tanto en aunar las fuentes como en cuidar y estilizar su prosa hace que el libro se pueda beber, que sus páginas se deslicen como un río sin parar. Los capítulos dejan de tener sentido cuando la prosa es tan sonora y delicada, tan sencilla y tan cercana al ritmo de los versos de Homero. Me alegro mucho de haberlo leído en inglés, y de haber releído pasajes en voz alta.
Cuando pienso en la recolección de fuentes, sólo puedo pensar en dos personajes concretos: Odiseo y Áyax. Empecemos por Odiseo el de muchas tretas. Porque eso es lo que hace durante toda la novela: trampa y manipulación desde la esquina. No queda casi nada de su heroísmo de la Odisea ni de su diplomacia de la Ilíada, sino que esta faceta heroica se aprecia en contrapunto con el "héroe" cruel y calculador que es en las tragedias. Eminentemente pragmático hasta ser despiadado, parece más un burócrata del ejército de Agamenón que considera que hace su trabajo y, cuando no, hace "lo que puede" para hacer algo bueno. Y esto no es casualidad: el estilo del libro en primera persona, la mezcla de fragmentos escritos en pasado y otros en presente, nos acercan a los héroes a las cualidades que hoy en día tendrían dentro de nuestros estándares, salvando siempre una respetuosa distancia. El mito se actualiza y se vuelve tan humano como nosotros lo somos hoy, sin olvidar de la humanidad que representaba en tiempos de Homero. Áyax, por su parte, es un héroe seguro de sí mismo que se ve eclipsado desde antes de la guerra por la fama de Aquiles; un rasgo que anticipa el complejo, la locura y el tremendo peso de ser aristos Achaion una vez muere el Pelida.
Por supuesto, está también Patroclo. Dotado de una sensibilidad e individualidad únicas, en esta novela deja de ser un secundario para ser el protagonista. Vemos todo a través de sus ojos, y también a través de sus ojos vemos lascaricaturas de Agamenón o Héctor y también, no podía faltar, la divinidad de Aquiles. La relación entre estos dos es tan torpe y natural que es imposible no sentirla como propia; juntos, en un mundo en el que aún existen los dioses, esperan ser capaces de escapar al destino por primera vez en su historia. Es, además, el medio para llegar a Aquiles. Cuando Odiseo, Áyax y Fénix negocian con Aquiles, se dirigen a él en todo momento, pero en el fondo procuran hacer entrar en razón a Patroclo.
Los ojos de Patroclo son especiales porque son los únicos que no ven a Aquiles como hijo de una diosa o como una máquina de matar, sino como a un dios. El extenso preludio a Troya nos permite conocer a este muchacho hecho para la guerra que, sin embargo, prefiere cazar, recolectar, bañarse y hacer música. Como su destino es bañarse en sangre, por supuesto que va presto a ella, y Patroclo, que no puede soportar la idea de la muerte (la idea de que, por cada troyano que ejecute Aquiles, es uno menos para que éste se enfrente a Héctor), se dedica a la medicina, pero también procura imaginar las escenas que le describe Aquiles como si fueran escenas ya pintadas en vasijas. Odia la guerra, pero adora ver a Aquiles en la guerra, porque en ella se desenvuelve en toda su naturalidad y potencial, y dedica sus largos días en el campamento a admirarlo.
Aquiles, al final, nunca tuvo culpa de nada. Estaba destinado a ser más famoso que su padre, algo que su madre interpretó como que iba a ganarse un asiento en el Olimpo; a la vez, sólo quería ser feliz y vivir una vida buena acompañado de Patroclo. Cuando Patroclo muere, Aquiles sabe que no es todavía su momento y decide buscarlo, decide cortar su hilo: sale sin armadura y arrasa con el enemigo, esperando la flecha que habrá de darle muerte. Por supuesto que era orgulloso; la tensión entre Tetis y Patroclo es palpable en el desarrollo de Aquiles. Sabía por lo que sería recordado, y sabía que eso le haría separarse de Patroclo al final. Aquiles está en un conflicto constante entre lo que quiere ser y lo que debe ser, y nadie salvo Patroclo, ni siquiera él mismo, es capaz de entender quién es.
Es por eso que, al final,