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A review by carlosperezcasas
La máscara de espejos by M.A. Carrick
5.0
La de hoy es una reseña singular, pues se trata de una obra que es improbable que hubiera caído en mis manos bajo circunstancias normales. No se trata de una recomendación de mis suscriptores, no ha surgido en anuncios —ni siquiera tras tenerla en mis manos, momento a partir del cual prestas más atención— ni tampoco la he visto en librería o en las bibliotecas donde trabajo. Llegó a mis manos porque la editorial T&T me la ofreció para reseñar. «¿Por qué no?», me dije. Siempre es bueno hacer una colaboración literaria. Especialmente si el género gusta y si la sinopsis de La máscara de espejos promete ciertos elementos que despiertan mi curiosidad.
¿De qué trata la máscara de espejos?
Como bien indica la sinopsis, la trama gira en torno a una estafa. Ren/Renata/Arenza se hace pasar por una inexistente sobrina que aspira a restablecer lazos con su familia largo tiempo alejada. En realidad pretende que la inscriban en el registro familiar (una especie de carta de nobleza) para así gozar de los privilegios de la alta sociedad, y saquear a esa familia incauta. Con la ayuda de su «hermana» Tess, una costurera de gran habilidad y que posee el insuperable talento de la lealtad extrema (cual Sam Ganji), les darán mil vueltas a los pijos de Nadezra, haciendo que coman de su mano y deseen colmar a Renata de favores.
Sin embargo, existen planes dentro de planes, pues las familias nobles y mercantiles tienen sus propias conspiraciones y estafas en marcha, a la caza de un mayor poder en el microuniverso de la ciudad fluvial; el capitán Serrado, un policía que aspira a impartir verdadera justicia; el Grajo, un justiciero que busca exponer a la nobleza corrupta; Varo, un señor del crimen que aspira a fundirse en esa nobleza corrupta; una extraña enfermedad que priva del sueño, hasta consumir las mentes de niños pobres que nadie echará de menos.
La máscara de espejos es una obra donde todos mienten, casi siempre en beneficio propio; donde crimen, magia y traición se entrelazan cual tela de araña que controla y acecha a cuantos habitan en Nadezra.
Esta no es una obra improvisada
Aplausos y ovación para la habilidad y el esfuerzo que exuda La máscara de espejos. Se aprecia la planificación al escribir, las consecuencias de las acciones de los personajes, la labor de edición en cada escena… Es, como digo, una obra muy estudiada, para nada accidental. Siempre con el objetivo en mente de satisfacer las expectativas del lector. Son tantas las bondades que quisiera dedicarles a las autoras que no sabría ni cómo condensarlas en este artículo, pero aquí van algunas de ellas:
Cuatro manos, una sola voz
Está escrita a cuatro manos, y no se nota. Gracias a mi amistad con Lola Basavilbaso y Luis Constante, autores de Las estepas de Avok, soy consciente del gran esfuerzo (y discusiones) que implica una escritura a cuatro manos; más todavía, camuflar que ha habido distintas mentes sobre el teclado. En La máscara de los espejos también se camufla esa doble autoría: de no ser porque lo explican en las solapas, jamás me hubiera enterado que M.A Carrick es una pareja. Da gusto no encontrarse párrafos A y párrafos B. Tres hurras por la labor de edición y pulido.
Maravillosamente escrita y cuidada
A raíz de lo anterior, la prosa es absorbente. Pese a tratarse de una traducción (casi siempre se pierde algo de jugo) y contener erratas (desde T&T me advirtieron que me enviaban una de las pruebas de imprenta, para que no se lo tuviera en cuenta, ya que soy corrector de novelas) es fácil apreciar el esfuerzo que se ha dedicado a la escritura. Con las oraciones precisas, de la longitud adecuada a cada momento y la exactitud de esos diálogos intercalados. Leerla es una maravilla, especialmente capítulo a capítulo, ni más ni menos, para apreciar bien el mimo dedicado a cada sección. Desde un punto de vista técnico, bravo. La lectura se hace fluida.
El mundo tiene vida propia
La ciudad vive, y los figurantes tienen pulso. La urbe de Nadezra se siente como un personaje más de la novela, de esos lugares que sabes que continúan con su vida aunque los protagonistas de la novela no estén presentes. La vida sigue, ajena a sus maquinaciones, y son los personajes quienes deben adaptarse a las circunstancias.
La mezcla de «cartas del Tarot» (cuyos nombres, después me percaté, coinciden con el título de los capítulos) con astrología y religión me parece apasionante. Las escenas donde se nombraban la lectura de pautas han sido de mis favoritas, gracias a los dobles sentidos presentes en cada momento. Me pregunto si alguna de las autoras es pitonisa, o las ha visitado a menudo. Esa inmersión en el mundo onírico también ha hecho las delicias de este lector de fantasía. Da gusto leer un párrafo que emula la niebla al descender sobre ti.
La máscara de espejos no es un accidente de un solo volumen
Destacar que esta novela es, al igual que el trazado urbano de Nadezra, la ciudad donde transcurren los hechos, una especie de tela de araña, donde las acciones en un punto ejercen repercusiones sobre todo el entramado. Vaya por delante que me ha costado bastante tiempo leer la novela, pero no sólo por su colosal tamaño —estamos hablando de 635 páginas, con una letra bastante menuda— sino porque una vez concluida la lectura, decidí releer algunos capítulos, para imbuirme mejor de lo que ocurrió y tuvo trascendencia.
Hay rumores de una continuación (en inglés es trilogía), ¡que cuenten conmigo! El tamaño no me asusta, pues lo que he encontrado en sus páginas es de lo mejorcito que he leído en mucho tiempo (y mi oficio me obliga a leer MUCHO y muy variado) y estoy más que dispuesto a seguir los pasos de mi querida Renata/Ren/Arenza.
Personajes de La máscara de espejos
En este punto existen altibajos que necesito exponer, aunque confío en que los puntos fuertes superen a los débiles. En primer lugar, aplaudir la cantidad de personajes presentes, y la facilidad mostrada por la(s) autora(s) para que, pese a la variedad de nombres exóticos —algo común en las novelas de fantasía—, resultase fácil seguir el juego de quién es quién.
Y esto se debe a esa mezcla de altibajos antes mencionada: los personajes principales son buenísimos, riquísimos en detalles y que da gusto leer y conocer sobre sus aventuras y desventuras; los secundarios, pese a cumplir su papel y ser fácilmente identificables, no han causado demasiada sensación en mí, ni siquiera la familia Tremaentis, que tantos «minutos de pantalla» ha disfrutado. Quizá demasiado inmóviles, predecibles como un reloj. No se distanciaban mucho de esos figurantes que antes he mencionado; sin embargo, han contribuido a la riqueza de la ciudad viva. En absoluto van a restar calidad a la obra.
Calidad que se encarnada en Renata/Ren/Arenza, mujer camaleónica que ha jugado tres papeles en la novela, y cuya forma de actuar y hablar sí se correspondía con ese cambio de personaje. ¿Keri Russel en The Americans? Aquí la tenéis, camaleónica y profesional. Un gusto de personaje al que quizá le dedique un artículo completo.
Porque este ya se alarga, y no quisiera aburrirte o —peor aún— destriparte esta maravilla que recomiendo encarecidamente leer. ¡Cinco estrellas!
¿De qué trata la máscara de espejos?
Como bien indica la sinopsis, la trama gira en torno a una estafa. Ren/Renata/Arenza se hace pasar por una inexistente sobrina que aspira a restablecer lazos con su familia largo tiempo alejada. En realidad pretende que la inscriban en el registro familiar (una especie de carta de nobleza) para así gozar de los privilegios de la alta sociedad, y saquear a esa familia incauta. Con la ayuda de su «hermana» Tess, una costurera de gran habilidad y que posee el insuperable talento de la lealtad extrema (cual Sam Ganji), les darán mil vueltas a los pijos de Nadezra, haciendo que coman de su mano y deseen colmar a Renata de favores.
Sin embargo, existen planes dentro de planes, pues las familias nobles y mercantiles tienen sus propias conspiraciones y estafas en marcha, a la caza de un mayor poder en el microuniverso de la ciudad fluvial; el capitán Serrado, un policía que aspira a impartir verdadera justicia; el Grajo, un justiciero que busca exponer a la nobleza corrupta; Varo, un señor del crimen que aspira a fundirse en esa nobleza corrupta; una extraña enfermedad que priva del sueño, hasta consumir las mentes de niños pobres que nadie echará de menos.
La máscara de espejos es una obra donde todos mienten, casi siempre en beneficio propio; donde crimen, magia y traición se entrelazan cual tela de araña que controla y acecha a cuantos habitan en Nadezra.
Esta no es una obra improvisada
Aplausos y ovación para la habilidad y el esfuerzo que exuda La máscara de espejos. Se aprecia la planificación al escribir, las consecuencias de las acciones de los personajes, la labor de edición en cada escena… Es, como digo, una obra muy estudiada, para nada accidental. Siempre con el objetivo en mente de satisfacer las expectativas del lector. Son tantas las bondades que quisiera dedicarles a las autoras que no sabría ni cómo condensarlas en este artículo, pero aquí van algunas de ellas:
Cuatro manos, una sola voz
Está escrita a cuatro manos, y no se nota. Gracias a mi amistad con Lola Basavilbaso y Luis Constante, autores de Las estepas de Avok, soy consciente del gran esfuerzo (y discusiones) que implica una escritura a cuatro manos; más todavía, camuflar que ha habido distintas mentes sobre el teclado. En La máscara de los espejos también se camufla esa doble autoría: de no ser porque lo explican en las solapas, jamás me hubiera enterado que M.A Carrick es una pareja. Da gusto no encontrarse párrafos A y párrafos B. Tres hurras por la labor de edición y pulido.
Maravillosamente escrita y cuidada
A raíz de lo anterior, la prosa es absorbente. Pese a tratarse de una traducción (casi siempre se pierde algo de jugo) y contener erratas (desde T&T me advirtieron que me enviaban una de las pruebas de imprenta, para que no se lo tuviera en cuenta, ya que soy corrector de novelas) es fácil apreciar el esfuerzo que se ha dedicado a la escritura. Con las oraciones precisas, de la longitud adecuada a cada momento y la exactitud de esos diálogos intercalados. Leerla es una maravilla, especialmente capítulo a capítulo, ni más ni menos, para apreciar bien el mimo dedicado a cada sección. Desde un punto de vista técnico, bravo. La lectura se hace fluida.
El mundo tiene vida propia
La ciudad vive, y los figurantes tienen pulso. La urbe de Nadezra se siente como un personaje más de la novela, de esos lugares que sabes que continúan con su vida aunque los protagonistas de la novela no estén presentes. La vida sigue, ajena a sus maquinaciones, y son los personajes quienes deben adaptarse a las circunstancias.
La mezcla de «cartas del Tarot» (cuyos nombres, después me percaté, coinciden con el título de los capítulos) con astrología y religión me parece apasionante. Las escenas donde se nombraban la lectura de pautas han sido de mis favoritas, gracias a los dobles sentidos presentes en cada momento. Me pregunto si alguna de las autoras es pitonisa, o las ha visitado a menudo. Esa inmersión en el mundo onírico también ha hecho las delicias de este lector de fantasía. Da gusto leer un párrafo que emula la niebla al descender sobre ti.
La máscara de espejos no es un accidente de un solo volumen
Destacar que esta novela es, al igual que el trazado urbano de Nadezra, la ciudad donde transcurren los hechos, una especie de tela de araña, donde las acciones en un punto ejercen repercusiones sobre todo el entramado. Vaya por delante que me ha costado bastante tiempo leer la novela, pero no sólo por su colosal tamaño —estamos hablando de 635 páginas, con una letra bastante menuda— sino porque una vez concluida la lectura, decidí releer algunos capítulos, para imbuirme mejor de lo que ocurrió y tuvo trascendencia.
Hay rumores de una continuación (en inglés es trilogía), ¡que cuenten conmigo! El tamaño no me asusta, pues lo que he encontrado en sus páginas es de lo mejorcito que he leído en mucho tiempo (y mi oficio me obliga a leer MUCHO y muy variado) y estoy más que dispuesto a seguir los pasos de mi querida Renata/Ren/Arenza.
Personajes de La máscara de espejos
En este punto existen altibajos que necesito exponer, aunque confío en que los puntos fuertes superen a los débiles. En primer lugar, aplaudir la cantidad de personajes presentes, y la facilidad mostrada por la(s) autora(s) para que, pese a la variedad de nombres exóticos —algo común en las novelas de fantasía—, resultase fácil seguir el juego de quién es quién.
Y esto se debe a esa mezcla de altibajos antes mencionada: los personajes principales son buenísimos, riquísimos en detalles y que da gusto leer y conocer sobre sus aventuras y desventuras; los secundarios, pese a cumplir su papel y ser fácilmente identificables, no han causado demasiada sensación en mí, ni siquiera la familia Tremaentis, que tantos «minutos de pantalla» ha disfrutado. Quizá demasiado inmóviles, predecibles como un reloj. No se distanciaban mucho de esos figurantes que antes he mencionado; sin embargo, han contribuido a la riqueza de la ciudad viva. En absoluto van a restar calidad a la obra.
Calidad que se encarnada en Renata/Ren/Arenza, mujer camaleónica que ha jugado tres papeles en la novela, y cuya forma de actuar y hablar sí se correspondía con ese cambio de personaje. ¿Keri Russel en The Americans? Aquí la tenéis, camaleónica y profesional. Un gusto de personaje al que quizá le dedique un artículo completo.
Porque este ya se alarga, y no quisiera aburrirte o —peor aún— destriparte esta maravilla que recomiendo encarecidamente leer. ¡Cinco estrellas!